A ello se suma la contaminación. Bolsas plásticas, botellas, restos de pesca, neumáticos y desechos arrastrados por los ríos invaden los mismos espacios donde las aves anidan y se alimentan. Muchos de estos materiales son ingeridos por error o terminan formando parte de los nidos, afectando directamente su supervivencia.
Proteger estos ecosistemas no significa alejarnos de ellos, sino aprender a convivir con respeto. Las playas no son autopistas ni vertederos: son territorios vivos, esenciales para miles de especies. Podemos disfrutarlas sin destruirlas, caminando, observando o simplemente contemplando el vuelo de quienes cruzan los mares para llegar hasta aquí.