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El botánico que salvó a un pueblo de ser tragado por la arena

A comienzos del siglo XX, en la localidad costera maulina de Chanco se evidenciaba una amenaza cada vez mas preocupante. Día tras día, el viento empujaba las dunas del litoral hacia el pueblo, cubriendo lenta pero implacablemente cultivos, viviendas y caminos. La arena avanzaba sin control, arrasando con la vida agrícola y poniendo en riesgo la permanencia misma de los habitantes en ese lugar. Frente a esta amenaza, surgió una figura que marcaría un antes y un después de Chanco y en la historia ambiental de Chile: Federico Albert Faupp.

De origen alemán, Albert llegó al país como botánico y científico a fines del siglo XIX. Fue uno de los primeros en hablar de conservación, reforestación y manejo de ecosistemas cuando aún no existía una política ambiental en el país. Director del Jardín Botánico de Viña del Mar y funcionario del antiguo Ministerio de Tierras y Colonización, observó con atención lo que ocurría en la costa del Maule. Y propuso una solución tan simple como radical: detener las dunas con árboles.

Inspirado en experiencias europeas, diseñó un plan de forestación en las dunas costeras, utilizando especies resistentes como pinos, eucaliptus y acacios. A pesar del escepticismo inicial, su propuesta fue llevada a cabo con éxito. El bosque artificial que surgió en Chanco frenó el avance de la arena y protegió el asentamiento humano. Así, el pueblo pudo mantenerse en su emplazamiento original, recuperar su agricultura y evitar una reubicación forzosa.

Décadas más tarde, en reconocimiento a esta hazaña, se creó la Reserva Nacional Federico Albert. El área no solo conserva aquel bosque plantado para contener las dunas, sino que también resguarda especies nativas, fomenta la educación ambiental y representa un hito en la historia ecológica de Chile.

El legado de Federico Albert va más allá de un caso local. Su mirada anticipó desafíos que hoy son centrales: la desertificación, la pérdida de suelos fértiles y el deterioro ambiental de zonas rurales. Su historia es testimonio de cómo la ciencia, combinada con voluntad pública y acción comunitaria, puede revertir situaciones críticas.

En un país que aún enfrenta la expansión del desierto y el cambio climático, el ejemplo de Albert sigue muy vigente. No como un recuerdo del pasado, sino como una guía para enfrentar el presente con decisión, inteligencia y respeto por la naturaleza.

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