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La Culebra de Cola Larga

Silenciosa, ágil y esquiva, la culebra de cola larga (Philodryas chamissonis) es uno de los reptiles más intrigantes y a la vez desconocidos del paisaje chileno. Es endémica, es decir, solo existe en nuestro país, desde la Región de Antofagasta hasta Los Ríos. Pero es en los entornos rurales y boscosos donde encuentra uno de sus hábitats más activos, entre matorrales, roquedales y rincones soleados del piedemonte precordillerano.

De cuerpo estilizado y movimientos veloces, puede alcanzar hasta dos metros de largo, lo que la convierte en la serpiente más larga en Chile. Su coloración, generalmente amarilla ocre con una franja dorsal oscura, la camufla con facilidad entre hojas secas y tierra. Aunque su apariencia pueda intimidar, lo cierto es que se trata de un animal inofensivo. Tiene colmillos posteriores y veneno poco potente, lo que hace muy difícil que cause daño a los seres humanos. Su primera reacción ante cualquier presencia humana es escapar, no atacar.

Muchos desconocen el rol clave que cumple esta especie en el equilibrio ecológico de nuestros paisajes. Su dieta incluye desde insectos y anfibios hasta pequeños mamíferos como ratones de cola larga, pequeñas aves y lagartijas. Se ha documentado incluso que puede alimentarse de monitos del monte y yacas, lo que da cuenta de su capacidad como depredadora en múltiples niveles de la cadena trófica. Uno de sus aportes más relevantes —y menos valorados— es el control natural de los roedores que transmiten el virus Hanta, especialmente en zonas agrícolas o de interfaz rural.

Como muchas otras especies nativas, la culebra de cola larga se enfrenta hoy a múltiples amenazas. El avance del urbanismo, la fragmentación de su hábitat y la expansión del turismo sin planificación la obligan a moverse a zonas pobladas, donde es frecuentemente atropellada o atacada por mascotas. También es víctima de creencias erróneas y miedos infundados, que llevan a muchas personas a matarla sin saber que su presencia es legalmente protegida y ecológicamente valiosa.

Respetar a la culebra de cola larga no solo es un deber ambiental, sino también una oportunidad para reconciliarnos con una naturaleza que aún late en los rincones menos transitados del Maule Sur. En ella, como en tantos otros seres silvestres, se expresa una sabiduría silenciosa que nos recuerda que cada especie, por pequeña o temida que parezca, tiene un lugar y un propósito en este territorio compartido.

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