El instinto depredador de los perros puede poner en peligro a aves, roedores y anfibios nativos. Aun sin atacar, su sola presencia genera un estrés que altera los patrones de conducta, reproducción y alimentación de especies como el coipo, la perdiz o aves migratorias que nidifican en el suelo. También existe el riesgo de transmisión de enfermedades, tanto desde como hacia los animales domésticos, afectando la salud de la fauna nativa.